Casting para River Chrome.

No sería si no tempranas horas de la madrugada, cuando yacía ella recostada sobre su costado, en la cama que estaba en uno de los extremos de la pequeña habitación, dos camas más estaban en medio y el otro lado de la habitación, aunque una de ellas estaba vacía.
Su hermana poco volvía a esa habitación en las últimas semanas y ni ella, ni su hermano, habían comentado algo al respecto, solo pasaban los días y la cama se veía tan perfectamente hecha como en las mañanas del día anterior y así continuaba.
Esa noche la respiración de ambos hermanos entretejía una suave melodía como el canto de grillos afuera de la casa, al menos lo hizo gran parte de la noche, hasta que suaves quejidos se volvían poco más ruidosos, convirtiéndose en jadeos y no era necesario nada más.
Había despertado.

Abrí mis ojos, cegada por la oscuridad, guiándome por la poca iluminación que nos daba una única, alargada ventana, en lo alto de la pared.
Pero mi vista no era necesaria, sabía que esos chillidos ahogados venían de la misma figura que veía se movía con violencia, aún perdida en la inconsciencia.
Me levanté, pisando con cuidado el mismo camino que me sabía de memoria, mis ojos lentamente acostumbrándose a la poca iluminación, alcanzando su lado y al llegar, mis manos buscaron levantar la cobija pero era innecesario, la cobija se encontraba arrugada en la esquina, junto a sus pies y era pisada con insistencia.

Desaparecí un segundo de la habitación, volviendo con una vieja camisa humedecida, tomando el lugar libre que dejaba su cuerpo contorsionado contra la pared y llevé una mano a sus cabellos, acariciándole los mechones de cabello, algunos incluso sudados, con suavidad, con cariño, hasta que poco a poco, los temblores de su cuerpo se vieron reducidos a pequeños estremecimientos.
Solo entonces me atreví a apartarle el sudor del rostro y cuello con la camisa humedecida.
Su respiración también se tranquilizó pero veía un brillo nuevo en la habitación, sus ojos brillosos y húmedos que me miraban.
Le sonreí con amabilidad aun pasándole la camisa humedecida por el rostro, después de un silencio que se extendía en el espacio, intercambiamos algunas palabras, una historia que me negué a escuchar.
Esa noche no dejaría a mi hermano sufrir por el recuerdo de los Juegos y mientras estuviera a mi alcance, lo alejaría de la oscuridad.